Por: Jorge Alfonso Sierra Q.
Muchas industrias de hoy se debaten entre la incertidumbre de mirar con terror un futuro incierto al que no saben si sobrevivirán, o enfrentarse con valentía y responsabilidad para superar el reto que se les presenta. Nombraré dos: la de las Agencias de Viajes y la que nos interesa ahora, la Industria Editorial.
Se dice que vivimos en una época en la cual la queja y la búsqueda de culpar a alguien por lo que nos sucede, es norma a seguir, llegándose incluso a extremos irónicos: los que sufren cáncer por fumar, demandan a las empresas tabacaleras que les saciaron su vicio; el ladrón que se quedó atascado en la ventana por la cual pretendía salir, al dueño de casa al que robaba por no hacer más ancha la misma; el conductor ebrio que mata a una señora, a la familia porque aquella estaba atravesando la calle cuando él conducía.
En una sociedad que así ha sido capaz de llegar a límites tan insólitos es una caricia tildarla de irresponsable, entendiendo como tal todo aquello que nos lleva a no asumir las consecuencias de nuestros propios actos.
En el mundo editorial lo vemos por doquier. En cuanto Congreso en que se reúnan los Editores y sus Editoriales, llámense multinacionales, independientes, medianas, pequeñas, alternativas, etc., el concepto que prevalece es el de la queja: contra el Gobierno que no “enseña” a leer a los niños y adultos; los Ministerios de Cultura que no los apoyan, los desconocen e invisibilizan; las televisoras que embrutecen con “telebobelas” y chismografías a las masas; las multinacionales que devoran comprando a las pequeñas editoriales y monopolizan los canales de distribución; el Internet y sus perversos juegos en cuanto aparato adyacente se inventa; y el “Marketing o Mercadotecnia”, el demoníaco Marketing o Mercadotecnia que se encarga de imponer, él solito, los “despreciables best seller” en cuyo andamiaje están los escritores menores, sin calidad ni rigor, avaros de dinero y de fama, engullidos por masas ignaras, atontadas y superfluas, que pueblan este desdichado mundo.
¿Es cierto todo esto?La realidad es que se trata de una monumental mentira.
Y por ser mentira, lo que esconde son mentes empobrecidas, carentes de imaginación y de ilusiones, irresponsables con su supuesta misión de embellecer el mundo con sus libros, parásitos parapetados detrás de una palabra como “cultura” a la que jamás adoptan en su loable definición y, en cambio, sí la explotan para justificar su ineptitud.
Aunque me sobran ejemplos para cada uno de los limitados conceptos que arriba reseñamos, hoy tomaré solo uno para enfatizar mi descontento con estos desafueros –el Marketing o Mercadotecnia– y dejaré para otra ocasión dos también para mí apetecibles: las Editoriales Multinacionales y la falta de apoyo de los Gobiernos.
Tomemos pues dos escritores emblemáticos del “supuesto poder” de la Mercadotecnia para imponerlos en el mundo: Paulo Coelho y J.K Rowling.
Sucede que en 1982, en sus comienzos como escritor de novelas –porque ya había logrado cierta notoriedad como compositor–, Paulo Coelho tuvo que editarse y publicarse, él mismo, su primer libro, Arquivos do Inferno que, comprensiblemente, pasó desapercibido.
En 1985 participó en el libro O Manual Prático do Vampirismo, que más adelante mandaría retirar por considerarlo, según sus propias palabras, "de mala calidad".
Un año después –1986–, Paulo Coelho realizó la peregrinación del Camino se Santiago, experiencia que describiría en El peregrino de Compostela, (Diario de un mago). Publicado este otro libro, tampoco pasó nada con Coelho. Hasta aquí nadie habla del Marketing, ni por qué, si su poder es tan avasallador, logró que esos primeros libros de Coelho se impusieran.
Recién en 1988 cuando publicó El Alquimista, que es la obra que en realidad lo lanza a la fama, fue cuando logró darse a conocer. Pero ¡asombrémonos!, el primer editor de esa obra acabó desistiendo pues la misma tuvo unos lentos y difíciles primeros momentos, como le sucede a casi todos los primeros libros de casi todos los autores desconocidos. Tampoco el Marketing o Mercadotecnia lo hizo, simple y sencillamente porque no se hizo, como no se hace con ningún autor desconocido.
Los que empiezan a imponer a Paulo Coelho en su gusto son, simple y llanamente, los que lo tiene la soberana decisión de aceptarlo o rechazarlo, como hacen con todos los escritores: el Público o, como despectivamente lo llaman los “conocedores de los libros”, el mercado.
J.K. Rowling escribió en sus comienzos dos novelas para adultos que jamás intentó publicar. Cuando concibió su ya famosa saga “Harry Potter”, muchas editoriales la rechazaron, y la que se arriesgó a hacerlo, le pidió que pusiera iniciales y no su nombre antes de su apellido pues “el nombre de una mujer como autora no atraería el interés de los niños”.
Cuando los primeros ejemplares de “Harry Potter” salieron al mercado, la pequeña editorial Bloomsbury no puso ni siquiera un aviso de un cuarto de página en el más insignificante de los diarios londinenses. Sus escuálidas finanzas no se lo permitían.
Si ambos autores –Coelho y Rowling– han alcanzado entre los dos la asombrosa cifra de más de 200 millones de ejemplares vendidos, traducidos a más de 100 lenguas y publicados en más de 160 países, ¿será por mérito del Marketing o de la Mercadotecnia cuando, como hemos visto, nunca jamás apareció en sus comienzos que sería en realidad cuando la hubiesen necesitado?
La verdad es mucho más cruda y deslumbradora: todo fue culpa de los lectores.
¿Y qué es entonces la parafernalia que a su alrededor se forma ahora cuando lanzan un nuevo libro? Eso es otra cosa: se trata de la promoción, el merchandising de una obra ya consolidada, el aprovechamiento de un fenómeno ya aceptado por el público.
Pero que no nos vengan después con el baboso cuento de que esos son escritores “productos del Marketing o de la Mercadotecnia”, que el público está formado por seres tontos y borregos que compran lo que les dicen que compren, sin capacidad de discernimiento y escogencia pues lo que estas historias que al final conocemos lo que nos muestran son dos cosas distintas:
Una, que todo escritor y sus libros se imponen por sí mismos, sin que nadie los anuncie ni promueva, y que los únicos jueces naturales son los lectores.
Dos, que en vez de buscar presuntuosos intelectuales tontos y desinformados en “el público o en el mercado”, más fácil nos resulta encontrarlos en las Editoriales, sobre todo en las más “famosas”.
¿O no fue también rechazado no una sino varias veces Marcel Proust y su “En búsqueda del Tiempo Perdido”; García Márquez y su “ La Hojarasca ”; Jorge Luis Borges y sus primeros escritos; Walt Whittman y sus “Hojas de Hierba”, etc., etc.?
Lo que todo esto nos muestra es que, tanto las Editoriales como los Editores, viven acartonados y vanidosos en su engañosa torre discriminatoria del público y sus verdaderos intereses, y que a los lectores los tienen sin cuidado los lenguajes que les lanzan los “conocedores”, porque jamás los han entendido ni han tenido la razón en lo que les dicen
Para verdades, la historia; y para desenmascarar impostores y pusilánimes en el mundo editorial, la realidad.
Fuente:
http://www.mercadeoeditorial.com/Comentario: Comparto tu opinion Jorge, las editoriales valoraran solo si el libro ha sido un exito y esto es un riego para la casa editorial, pero si no se toma este riego no sabremos si el autor es una mina de oro. Este riesgo se aprecia mas en paises de vias en desarrollo y con esta crisis mundial que se escucha tanto... pues nada se sabe.
Sobre este tema, quiero presentar un caso que se da en el Peru y quiza en otro paises, las altas ganancias que perciben las editoriales por la venta de los libros, no permite hasta el momento que el acceso y compra del libro se accesible a la ciudadania en comun. Cabe mencionar que se ha incrementado las ventas del libro (segun Indecopi). Las ganancias oscilan entre el 30 y 40% de su venta real, esto encarece este bien de lujo en nuestro pais. Salvo excepciones de algunas editoriales que buscan la venta si o si del libro.