Por: Segisfredo Infante
Rafael Heliodoro Valle elaboró, en 1944, una breve enumeración de los diez enemigos principales de los libros. Pero antes y después del pequeño textito del maestro Valle, muchos autores han venido publicando sendas obras que relatan, con algún nivel de minuciosidad, la historia laberíntica de la escritura, los libros, las editoriales, las hemerotecas, los libreros, los archivistas y los bibliotecarios de todos los tiempos. Entre tales investigadores bibliográficos figuran Juan Iguiniz; Ignace Gelb; Christiane Zschirnt; Francisco Prieto; Alfonso Mangada Sanz y, sobre todo, Hipólito Escolar Sobrino.
Pero hoy me quiero referir específicamente a la vieja clasificación de Heliodoro Valle y a la reciente "Historia universal de la destrucción de los libros" del historiador venezolano Fernando Báez. El maestro Valle enumera a los siguientes enemigos de la palabra escrita: "1.- El que no sabe leer. 2.- El que sabiendo leer no lee. 3.- El enemigo de la libertad de pensamiento. 4.- La polilla y las numerosas plagas (pez plateado, cucarachas, ratones, escarabajos, hormigas blancas, piojos del libro). 5.- El especialista en robo de libros. 6.- El que pide prestado un libro y no lo devuelve. 7.- El librero que especula ferozmente con él. 8.- El editor pirata. 9.- El editor que se nutre con cerebros de escritores. 10.- El bibliófilo que no los usa ni los deja usar." Es de presumir que la lista de Rafael Heliodoro Valle podría ser ampliada con nuevas clasificaciones de enemigos jurados o solapados de los libros. Entre ellos es imperativo destacar a los personajes que desde posiciones de poder han ordenando la quema sistemática de bibliotecas y de archivos; o el saqueo gradual de libros y revistas para propósitos nada intelectuales ni tampoco científicos. También se podría agregar a aquellos individuos arrogantes (hombres y mujeres) que valiéndose de supuestos tecnicismos "modernizantes" , o de pretextos presupuestarios, evitan a todo trance la adquisición de nuevos fondos bibliográficos; o la paralización concreta de las pobres editoriales tercermundistas, serruchándoles el piso a las personas que sí saben de libros y revistas. La "Historia universal de la destrucción de los libros (de las tablillas sumerias a la guerra de Irak)" de Fernando Báez, hace pensar, por analogía, en "La historia universal de la infamia" de Jorge Luis Borges, en donde el concepto "ignorancia" ha venido operando en diversos territorios del quehacer humano. De hecho Borges (el argentino internacional) discurrió en varios de sus cuentos, conferencias y ensayos, sobre el tema de la destrucción histórica de libros, bibliotecas y archivos. De igual modo lo hizo el semiótico italiano, Umberto Eco, en su maravillosa novela posmoderna "El nombre de la Rosa". Los grandes enemigos históricos de los libros pueden sintetizarse en el nombre de Shi Huanti, el emperador chino que en el año 213 antes de Cristo, ordenó la destrucción de todos los libros; excepto los que trataran de agricultura, medicina o profecía. Igualmente en los nombres de Adolfo Hitler y Joseph Goebbles, quienes ordenaron, a partir de 1933, que los estudiantes universitarios nazis quemaran los libros judíos y todos aquellos textos que filosóficamente parecieran "peligrosos" . En Honduras también hemos tenido (y seguimos teniendo) enemigos jurados y solapados de los libros que, en años más o menos recientes, han provocado el menoscabo de bibliotecas actuales y la quema de archivos coloniales, cuyos nombres, quizás, en otro momento señalaremos.
Rafael Heliodoro Valle elaboró, en 1944, una breve enumeración de los diez enemigos principales de los libros. Pero antes y después del pequeño textito del maestro Valle, muchos autores han venido publicando sendas obras que relatan, con algún nivel de minuciosidad, la historia laberíntica de la escritura, los libros, las editoriales, las hemerotecas, los libreros, los archivistas y los bibliotecarios de todos los tiempos. Entre tales investigadores bibliográficos figuran Juan Iguiniz; Ignace Gelb; Christiane Zschirnt; Francisco Prieto; Alfonso Mangada Sanz y, sobre todo, Hipólito Escolar Sobrino.
Pero hoy me quiero referir específicamente a la vieja clasificación de Heliodoro Valle y a la reciente "Historia universal de la destrucción de los libros" del historiador venezolano Fernando Báez. El maestro Valle enumera a los siguientes enemigos de la palabra escrita: "1.- El que no sabe leer. 2.- El que sabiendo leer no lee. 3.- El enemigo de la libertad de pensamiento. 4.- La polilla y las numerosas plagas (pez plateado, cucarachas, ratones, escarabajos, hormigas blancas, piojos del libro). 5.- El especialista en robo de libros. 6.- El que pide prestado un libro y no lo devuelve. 7.- El librero que especula ferozmente con él. 8.- El editor pirata. 9.- El editor que se nutre con cerebros de escritores. 10.- El bibliófilo que no los usa ni los deja usar." Es de presumir que la lista de Rafael Heliodoro Valle podría ser ampliada con nuevas clasificaciones de enemigos jurados o solapados de los libros. Entre ellos es imperativo destacar a los personajes que desde posiciones de poder han ordenando la quema sistemática de bibliotecas y de archivos; o el saqueo gradual de libros y revistas para propósitos nada intelectuales ni tampoco científicos. También se podría agregar a aquellos individuos arrogantes (hombres y mujeres) que valiéndose de supuestos tecnicismos "modernizantes" , o de pretextos presupuestarios, evitan a todo trance la adquisición de nuevos fondos bibliográficos; o la paralización concreta de las pobres editoriales tercermundistas, serruchándoles el piso a las personas que sí saben de libros y revistas. La "Historia universal de la destrucción de los libros (de las tablillas sumerias a la guerra de Irak)" de Fernando Báez, hace pensar, por analogía, en "La historia universal de la infamia" de Jorge Luis Borges, en donde el concepto "ignorancia" ha venido operando en diversos territorios del quehacer humano. De hecho Borges (el argentino internacional) discurrió en varios de sus cuentos, conferencias y ensayos, sobre el tema de la destrucción histórica de libros, bibliotecas y archivos. De igual modo lo hizo el semiótico italiano, Umberto Eco, en su maravillosa novela posmoderna "El nombre de la Rosa". Los grandes enemigos históricos de los libros pueden sintetizarse en el nombre de Shi Huanti, el emperador chino que en el año 213 antes de Cristo, ordenó la destrucción de todos los libros; excepto los que trataran de agricultura, medicina o profecía. Igualmente en los nombres de Adolfo Hitler y Joseph Goebbles, quienes ordenaron, a partir de 1933, que los estudiantes universitarios nazis quemaran los libros judíos y todos aquellos textos que filosóficamente parecieran "peligrosos" . En Honduras también hemos tenido (y seguimos teniendo) enemigos jurados y solapados de los libros que, en años más o menos recientes, han provocado el menoscabo de bibliotecas actuales y la quema de archivos coloniales, cuyos nombres, quizás, en otro momento señalaremos.
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