Recientemente, durante el día de cierre de un taller para libreros realizado en Venecia, Italia, uno de los temas en la agenda del día fue la transitoriedad de los métodos de almacenamiento de datos utilizados por los medios de comunicación. Las formas usadas por los medios para almacenar información han incluido pastillas de arcilla, papiro, pergamino y, obviamente, el libro impreso. Muchos ejemplares de este último dispositivo han logrado sobrevivir durante los últimos 500 años, pero sólo aquellos fabricados con papel de trapo.
Hacia la mitad del siglo XIX, los industriales viraron al papel fabricado con pulpa de madera, aunque parece que este tipo de papel tiene una vida máxima estimada de 70 años. (Recoja periódicos o libros impresos en el período de posguerra y vea cómo se van despedazando cuando usted intenta hojearlos). Desde allí, la gente ha estado dictando conferencias y estudiando varios medios y métodos para salvar los libros en nuestras bibliotecas. Una de las ideas más populares (pero casi imposible de aplicar a todos los libros existentes) es escanear todas las páginas y transferirlas a un medio electrónico.
Pero esto conduce a otro problema. Todos los medios para transferir y conservar información, desde fotografías hasta cintas de video, desde discos hasta tarjetas de memoria, son más perecederos que los mismos libros.
Conocíamos cuánto duraría un disco de vinilo antes de que comezara a fallar, pero aún no hemos tenido tiempo para verificar la vida útil del CD-ROM que, aunque fue una vez aclamado como la invención que salvaría al libro, pronto se marchó del mercado porque se hizo posible tener acceso a la misma información en línea a un costo inferior. Tampoco conocemos cuánto durarán las películas en DVD: sólo sabemos que a veces los DVD se comportan de manera irregular si los utilizamos demasiado a menudo. Y nunca tuvimos tiempo para calcular cuánto durarían los disquetes: rápidamente fueron sustituidos por los discos rígidos, luego por los discos regrabables y finalmente por unidades de disco USB.
La desaparición de estos medios de comunicación fue acompañada por la supresión de las computadoras capaces de leerlos. Muy pocos tienen aún computadoras con ranuras para disquetes. Por lo que si no tomamos todos los datos registrados sobre el viejo medio y los transferimos al nuevo cada dos o tres años, por lo visto indefinidamente los habremos perdido para siempre, a no ser que tengamos una docena de ordenadores anticuados, uno para cada medio extinto.
Los medios mecánicos, eléctricos o electrónicos se deterioran rápidamente o bien aún no sabemos cuánto tiempo durarán. Con algunos tipos de almacenamiento de datos, probablemente no lo sabremos nunca. Un golpe de energía, un rayo en el jardín o cualquier otro acontecimiento aún más trivial es suficiente para desimantar y borrar casi cualquier forma electrónica de almacenamiento de datos. Si un apagón durara bastante tiempo, ya no sería capaz de tener acceso a cualquiera de mis archivos. Si mi ordenador o mi libro electrónico caen del quinto piso, perderé todos los datos, si se cae un libro, en el peor de los casos se despedazará.
Los medios de almacenamiento modernos parecen haber sido creados más para la difusión de información que para su conservación. El libro ha sido durante mucho tiempo el instrumento principal de difusión, pero también de conservación.
Tal vez en algunos siglos el único modo de recuperar la información del pasado, una vez que todos los medios de comunicación de almacenamientos electrónicos se hayan desimantado, será leyendo un fino incunable. Y de nuestros libros modernos, los sobrevivientes exclusivos serán aquellos impresos sobre papel de alta calidad, o aquellos hechos sobre papel sin ácido que muchos editores ahora ofrecen.
No soy un conservador reaccionario. Tengo copias de las más importantes obras maestras de la literatura universal y la historia completa de la filosofía en un disco duro portátil de 250 gigabytes: es mucho más práctico usarlo para encontrar una cita de la Suma teológica de Dante que lo que resultaría levantar y hojear un enorme volumen de una alta estantería. Pero me alegro de que aquellos libros estén todavía allí, como garantía para cuando los instrumentos electrónicos nos fallen.
Copyright Umberto Eco/L’Espresso. Distributed by The New York Times Syndicate.
Fuente: Perfil 02.05.09
P.D. Este tema siempre nos traera a discusión...
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