martes, 19 de agosto de 2008

¿Cómo lograr que al llegar a la Universidad los estudiantes sepan leer y escribir?

Por: Jorge Alfonso Sierra
El título de este artículo podría parecer una broma –o una inusual forma de llamar la atención–, si no fuera porque la realidad en América Latina y el Caribe dolorosamente nos muestra una triste evidencia. Un gran porcentaje de los estudiantes Universitarios de esta parte del mundo, literalmente “no sabe leer ni escribir”. Las estadísticas de las pruebas nacionales de validación de conocimientos en secundaria en el área de español a los que hemos tenido acceso en Argentina, Colombia y México, arrojan una cifra escalofriante: 70% de los estudiantes “pierde español y matemáticas”.


Si una persona que ha asistido más de siete años a la escuela y al colegio y no sabe ni comprende lo que lee “en su propia lengua materna”, quiere decir que estamos ante una masa de “balbucientes” que se enfrentarán a un caudal de inconvenientes cuando intenten alcanzar un título profesional. Ni se diga si desean aprender y estudiar en otro idioma.
¿Cuál será entonces la responsabilidad que le cabe a cada docente en su comunidad o nación, no tanto desde el punto de vista legal o institucional, sino como ser humano, partícipe activo del desarrollo científico, cultural y social del mismo?
Creemos que mucha con muy poco: con su sola decisión y compromiso de aportar, desde lo escrito, su propia y particular manera de enseñar.


La importancia de escribir para un docente, o profesional, radica en que, al hacerlo, está logrando apropiarse de un lenguaje, de las palabras y las ideas de otro, lo que indefectiblemente lo conduce a encontrar la voz propia y, como dice el investigador mexicano Gregorio Hernández: “a hacerse escuchar en conversaciones sociales que solo tienen lugar fuera del espacio íntimo del individuo y su familia. Al convertirse en hablante de una lengua significa, ante todo, tener algo que decir y entrar en el espacio público de las conversaciones mediadas por lo escrito”.
Cuando un maestro se “obliga” a escribir sus propios textos, ideas, pensamientos y estrategias de enseñanza, se convierte en un referente obligado para sus alumnos y, por decantación, les está enseñando cómo hablar y pensar; es decir, cómo escribir.

Cuando muchos alumnos –tanto de secundaria como de Universidades de América Latina y el Caribe– nos muestran que tienen poca capacidad de síntesis, confunden las definiciones de las palabras y les cuesta extractar ideas principales de lo que leen, lo que nos señalan es que han tenido maestros que, por desidia o franca desconfianza en sus propia capacidades, no les mostraron la forma expedita de expresarse con su propia voz. Porque seguramente siempre basaron sus clases y sus enseñanzas en la repetición de textos y lecturas realizados y escritos por otros profesores, muchos de ellos extranjeros y hasta hablantes de otro idioma.
Enseñar a un estudiante a leer no es solamente que lo haga con muchos libros. Enseñarle a leer es que “se apropie del lenguaje de otros para expresar sus propias intenciones, y para convertirse en autor y actor de su lugar en el mundo”, como sigue diciendo el mismo Hernández.
Hoy, el desarrollo de estas competencias de lectura y escritura se considera fundamental, a tal punto que se asume como la llave de acceso a otros conocimientos, como el de las matemáticas. Por esa razón, las universidades se han dado a la tarea de generar estrategias para mejorar en este campo.




Sabemos que la “Universidad de los Andes”, de Bogotá, Colombia, ofrece a sus alumnos de primeros semestres el curso “Discurso e identidad, comprensión y producción de textos académicos”. María Mercedes Molina, coordinadora del área de español del departamento de lenguaje y estudios socioculturales de esa casa de estudios, sostiene que el curso está sintonizado con la investigación y la enseñanza de lengua materna que la “Universidad de los Andes” lleva a cabo desde hace más de trece años. "El objetivo es capacitar a los alumnos para que puedan asumir las exigencias que los profesores les hacen durante la carrera –dice Molina–. El curso tiene componentes de comprensión analítica de textos, comprensión auditiva, expresión oral y escrita intencional de los escritos que deben elaborar".
La competencia lingüística se maneja de acuerdo con las necesidades de cada alumno: "Fortalecemos casos de dudas y dificultades en español, puntuación, ortografía, porque son las que más los afectan", afirma Molina.
Importante, ¿por qué?

El director del Icfes- Instituto Colombiano de Fomento a la Educación Superior , Daniel Bogoya, explica que la gramática y la lingüística son objetos del lenguaje: "Si uno es capaz de manejar esos objetos, también puede manejar los de las matemáticas o las ciencias, por ejemplo".
Según Bogoya, saltar de lenguaje a matemáticas muestra solo que se cambia de objetos: del sujeto, el predicado, los conectores y las preposiciones, pasa uno a suma, resta, multiplicación: "La clave está en la estrategia de pensamiento que, gracias al lenguaje, desarrolla una persona para entender la lógica con la que se mueve. Si no encuentra la forma de mediatizar su pensamiento, es muy difícil que comprenda esos otros mundos".
Considera que si un estudiante es capaz de expresar bien una idea y hacerla comprensible, tiene más posibilidades de moverse en otras áreas: "Por eso la apuesta de la educación en el mundo es potenciar el lenguaje como motor del aprendizaje", dice.
Estrategia preventiva

Como estrategias preventivas, en Colombia, los colegios han acogido programas que incentivan la lectoescritura. En Bogotá existe hace siete años el proyecto “Red Podemos Leer y Escribir”, que surgió gracias a un convenio entre la Secretaría de Educación Pública de México, el Cerlalc y entidades gubernamentales de doce países de América Latina.
La conclusión a que podemos llegar es clarísima: en las manos, literalmente en las manos, de todos los docentes de América Latina está el que es nuestro futuro; es decir, que nuestros estudiantes, adquieran y se apropien adecuadamente de las destrezas de leer y escribir.
Entonces, parafraseando a Federico Nietzsche, le diremos a todo maestro: “Di tu palabra. ¡Y trasciende!”


Tomado de Mercado Editorial.


Este artículo presenta solo un ángulo del problema de la lectura y escritura a nivel universitario, si bien es cierto la dificultad inicial surge en la educación básica escolar, pero la solución no va solo con la producción del docente en este nivel, sino la integración sistematizada y organizada de todos los actores que participan en este círculo: padres de familia, alumnos, profesionales (docentes, bibliotecólogos), empresa, estado (gobierno local, regional y central).

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